Singapore es un país extraño, es un
cachito de Malasia que nunca le perteneció. Antigua colonia inglesa,
conquistada por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, tiene un valor estratégico
y comercial muy importante. Digamos que es puerta del Lejano Oriente a Europa,
si ya se que coge el Indico por en medio, pero si jugáis a juntar Japón con
Europa con rayitas por la parte azul del mapa entenderéis a que en refiero.
En definitiva, uno de los tigres de
Oriente y es probable que en una entrada normal os hubiera hablado de su calor,
de su humedad, o de la cantidad de kilos que he perdido, y todo sea dicho, me hacían
falta perder, por la mezcla de los anteriores factores sumados a 11 días en reparación
a guardias de 6 horas.
Pero bueno, cuando te das un paseo
por Singapore y ves calles como Orchard Road, larguisimas, con edificios
inmensos. O te das un paseo por el barrio chino, cenas en Clark Quay o visitas
su jardín botánico en medio de la ciudad, lo único que puedes hacer es llevarte
una imagen encantadora del sitio.
Calles limpias, gente simpática, que
a diferencia de otras grandes ciudades camina sin aparente stress (creo que el
calor ayuda a tomarse las cosas con calma), y coño, hasta los restaurantes son
baratos. Un centro financiero de gran importancia internacional, con una
población local limitada, que tiene un vecino, Malasia, que le provee mediante
cientos de pequeños ferries la mano de obra necesaria para una economía del
sector servicios principalmente.
Bien hasta ese punto solo te llama
negativamente la atención las leyes locales, algunas de ellas absurdas como la
ilegalidad del chicle, 1000 $ singapurenses (o 500 euritos al cambio), que las
parejas no se puedan besar en la calle u alguna polladita por el estilo.
Pero claro, cuando buceas por la
ciudad te das cuenta de ciertos detalles que asustan. Uno de ellos es la gran
cantidad de prostitución que hay, sobre todo con chicas chinas y filipinas, que
supongo vendrán a Singapore a ganarse el pan de una manera menos ofensiva para
ellas.
Y la ultima, y también muy
denigrante es el abusivo uso de la inmigración en el país. Esta vez, a pesar de
estar 11 días en el país, no he tenido oportunidad de salir, y todo lo que os
cuento es por embarques, desembarques y recaladas que he hecho a la ciudad y que
me posibilitaron conocerla un poquito. Esta vez tan solo he visto el astillero,
esta en una región de la ciudad, Sembawang, cerca del aeropuerto de Changüí,
con una franja de agua no mas amplia que la ría a la altura de Portugalete que
marca la frontera de este país. Y sinceramente no me ha hecho falta ver mas, y
me ha dado una perspectiva mas real que la postal que te llevas en la mente dándote
un paseo por Orchard.
He hablado con los cúrrelas del
astillero, y se trabaja así. Tu los ves, y todas las medidas de seguridad
necesarias y mas, pero cuando hablas con ellos te das cuenta que la realidad
dista mucho de lo que vemos en la portada. Los trabajadores del astillero en cuestión
y muchas factorías del país son venidos con contratos de trabajo de Bangladesh,
con permisos de residencia renovables cada 2 años.
Hasta aquí normal, pero a que lo de
Bangladesh mosquea, ¿verdad? Bueno, estos chicos, un buen mes de trabajo ganan
al cambio unos 750 US $. Vamos poco mas de cien mil pelas. Bueno, viendo que el
sueldo es una mierda, veamos en que consiste un buen mes de trabajo. Vivir en
viviendas de 80 metros cuadrados con otras catorce personas para poder
permitirse el pago del alquiler, y jornadas de entre 14 y 16 horas diarias para
alcanzar con las horas extras incluidas esos 750 $ de los que hablamos.
El gobierno singapureño, renueva
periódicamente esos permisos de trabajo y residencia sin ningún problema, hasta
que llegan a los 18 años que montan a los señores en un avión y les dan la
patada en el culete para llegar a su Bangladesh natal. Ni nacionalidad por
residencia continuada y pollas.
En definitiva, me recuerda un
poquito al sistema laboral existente en las minas de Gallarta a primeros del
siglo XX, y a lo que nos abocan estas políticas
de austeridad que tan de moda a nivel mundial. Ummm, tiempo de fijarse y
rectificar, o continuamos y nos convertimos al sistema “Made in Singapore”…
esperemos que no.